martes, 31 de agosto de 2010

Reflexiones del día 14 de junio



Y seguimos sin ver tierra, con la isla de Borneo a estribor (isla compuesta por 2 países, Malasia e Indonesia y un Sultanato, Brunei), solo agua y agua y más agua. Agua que está bajo nuestros pies y que cae sobre nuestras cabezas en forma de lluvia monzónica. Ya podría caernos una de estas cada mañana. Aun siendo una persona a la que levantarse le cuesta una vida, los gritos de “¡llueve!” me hicieron coger la toalla, la esponja y el jabón y ponerme a frotar en cubierta. Ya nos hacía falta una ducha a “todos”. Fueron unos minutos de risas, parecía un parque acuático improvisado. Al cabo de un tiempo las nubes dejaron paso al astro rey. La temperatura era perfecta, brisa fresca y ambiente despejado. Para hacer del domingo un día todavía más especial , si cabe, la tripulación se reunió en el comedor y bajo ritmos hechos a base de guitarra y golpes en latas y vasos ( y alguna cabeza que golpeaba a ritmo de vez en cuando en un bao) comenzó la fiesta. Cantos y bailes que se alargaron hasta la comida. Ester con la ayuda de Manolo, Paco y Curro Marchena (y viceversa) prepararon un pedazo de menú: calamares rellenos aderezado con una salsa extraída de una receta secreta, como la Coca-Cola, acompañados con ajitos y papas fritas.

Después llega el momento de charla. Hablando con unos y otros coincidimos en que esta experiencia está haciendo que nos demos cuenta del tamaño real de la Tierra, que no es la que había tenido siempre. De pequeño siempre que miraba un mapamundi y hacía un cálculo aproximado de lo lejos que esta un país u otro me desesperaba al pensar lo que se tardaría en llegar. Es verdad que con un avión te puedes plantar en cualquier parte del Mundo en menos de 24 horas, pero justamente de esa forma, aunque sea contradictorio pensarlo, sientes que estas realizando un largo recorrido. En cambio, haciéndolo de esta forma, en barco, en un Galeón, de forma tranquila, sin prisas, simplemente esperando en “tu casa móvil”, de repente te plantas en un país, luego en otro y así llevamos más de 8500 millas, cerca de Filipinas, de Vietnam, con Australia a tiro de piedra. Las distancias se han acortado, se han distorsionado o realmente aparecen como tienen que ser. Ya no existe el vértigo de pensar que estamos en la otra parte del Mundo, que nos encontramos lejos de casa, todo lo contrario, tenemos apetito de visitar más sitios, más culturas, tenemos la necesidad de que nuestro planeta sea más grande. Todo esto también puede ser debido a que el tiempo no es el mismo para nosotros que para los “terrestres”. A parte de no saber en qué día vivimos, la percepción del tiempo es completamente distinta. Hablando el otro día con un amigo en España, preguntaba cómo era todo por ahí, como si hubieran pasado años. Me devolvió a la realidad cuando me dijo que solo habían pasado 3 meses. Para mí esos tres meses han sido años, será por la cantidad de experiencias diarias que vivimos. Por otra parte, y aquí entra otra contradicción, los días nos pasan volando, no hay ninguno que se haga pesado. Una vez leí que esa sensación que se tiene cuando eres niño de que el tiempo pasa más lento de lo que pasa cuando creces es debido a que a esa edad todo te parece nuevo y sorprendente, y esa es la razón por la cual el tiempo se transcurre pausadamente. Eso mismo estamos viviendo ahora, volvemos a ser niños, y ya que regresamos a esa edad, ¡leche frita como postre para cenar!

Y después de la crónica que me tocaba escribir y que veía que encajaba en este capítulo seguimos navegando hacia Shanghái, la verdad es que por una parte está siendo una navegación muy tranquila, brisas muy débiles y mucho calor. Es curioso notar dos cosas de los astros más importantes que nos acompañan: Por una parte he podido comprobar nuestro movimiento sobre la Tierra mirando la Luna. En los países cercanos al ecuador siempre la han dibujado hacia arriba (o hacia abajo, según crezca o decrezca), como unos cuernos de toro, eso es debido a que desde esa zona la Luna la tenemos justo en nuestra coronilla y se ve de esa forma. Según vas subiendo, esos “cuernos” se van desplazando hacia la izquierda, colocándose como siempre la había visto desde mi casa cuando está creciendo. Con el Sol pasa algo parecido, en estas fechas cercanas al solsticio de verano, el sol alcanzará su altura máxima respecto al ecuador (23º 27’ N), eso significa que cuando pasemos por ese paralelo nos quedaremos sin sombra, el Sol lo tendremos justo sobre nuestras cabezas.

Otras cosas curiosas de la noche son la cantidad de estrellas fugaces y de meteoros que hacen de la noche el día. Al principio creíamos que eran bengalas, pero la naturaleza de estas es más longeva. La verdad es que te quedas de piedra pensando que es eso que cae del cielo, ilumina el cielo nocturno y desaparece tal y como aparece. Al cabo de unos días nos dimos cuenta que desde Corea del Sur estaban realizando lanzamientos de cohetes o misiles que caían a cientos de millas de nosotros (espero que no se equivoquen, ¡glups!)

Filipinas está quedando atrás, con la isla de Luzón, donde se encuentra Manila (y sus mantones). Justo cuando pasemos el estrecho de Luzón llegaremos a Taiwán, el famoso país de los “made in” donde, según el parte, nos esperan vientos de 30 nudos y olas de 3m, todo por la popa. No tenemos miedo porque precisamente este barco está preparado para esto. Para ponerlo todo un poco más complicado lo salpicaremos con unos pesqueritos caóticos y una niebla espesa como la leche condensada, ya veremos que nos encontramos.

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