lunes, 17 de enero de 2011

Regalo de Reyes: Egıpto



Volvemos al Canal de Suez, pero ahora con frío. Había oido alguna vez que el desierto por las noches es helador, pero hasta que no lo vives no te lo crees. Por el centro del canal, con desierto a ambos lados y con un viento de proa y una temperatura que roza los 10º yo me quiero morir. Para mi a partir de los 20º ya es frío, si, llamame exagerado, pero es que uno se acostumbra a lo bueno y cuando llega lo malo es dificil aceptarlo. Vienen los comentarios de: “el frío es bueno para la circulación”, “una ducha de agua fría es muy saludable”... si, si... y pisar una mierda trae buena suerte, no te jode. Eso solo sirve para consolarte.

Hace gracia ver la cara al práctico del canal cuando nos pregunta donde está el puente y le contestamos que está en él. Pierde todaautoridad al verlo acurrucado en una esquina con un saco de dormir por todo lo alto y un gorro prestado de no se quien con la hoja de maría bordada en él. Después de casi un día cruzándolo (el Canal), y de ver tanques, arena y buques de 250m. cruzando por en medio del desierto, llegamos a Port Said, un puerto que sólo habíamos tocado para repostar y adquirir pertrechos, echamos amarras para quedarnos unos días más. Me toco escribir la crónica de ese día, contando lo sucedido:

“¿Quién huebiera pensado pasar el día de Reyes en pleno Canal de Suez? pues así lo pasamos. Es muy raro navegar por un lugar así, es una auténtica carretera en pleno desierto, pero en vez de asfalto tenemos agua, y en vez de coches, barcos. De hecho, la carta náutica de esta zona está expresada en kilómetros. La imágen de ver un barco navegando por detrás de las dunas no tiene explicación. Creo que volver a recordar el frío que estamos pasando no está demás, así nos ponemos en situación de estar en unas verdaderas (más si aún cabe) Navidades.

Ahora que estamos en situación, toca explicar lo sucedido: después de haber repartido la suerte haciendo un "amigo invisible" por partida doble, nos decidimos a dejar los regalos que los Reyes Magos (esta vez no han sido los padres) habían dejado en una de las camas del sollao. Cada vez que pasaba había algún regalo más. La duda era, ¿de dónde habrán sacado esos regalos si no hemos "casi" parado?, pues está claro, de la pura imaginación, de las ganas y la ilusión que se tiene al ver un paquete con tu nombre escrito en él. Así fué pasando el día, esperando el momento para habrir los regalos, que decidimos retrasarlo hasta la llegada a puerto, pasando a ser "noche de Reyes". Mientras el mercadillo que habían montado la tripulación extra obligatoria por parte de las autoridades de Suez, compuesta por electricistas y amarradores, hizo que cada vez que pasabamos nos replanteabamos si comprar algún suvenir y colocarlo como regalo (al final nadie cayó). Por la tarde Alberto, Jose, David y Miguel se subieron al tope de trinquete y a la cofa para tener una perspectiva todavía mejor de la zona que estábamos atravesando.

Llegando a Port Said, ya de noche, el atraque fué perfecto, pepeleo sin problemas y antes de cenar (spaguetti con ajo y aceite), la repartición de regalos. Hubo mucha inventiva: camisetas, juegos de lógica hechos a mano, dibujos,fotos, llaveros, máscaras, gorros (y gorras perdidas como la de Frede), guantes, comida, libros y carbón (por supuesto) no hicieron más que unirnos más en un momento tan especial.

Por cierto, algo me dice que todas nuestras familias y amistades recibirán algún regalo de Reyes con un poco de retraso cuando nos volvamos a ver.

¡Un beso a todos!

Manu”

Un poco ñoño, pero es Navidad y se acepta.

A la mañana siguiente nos damos cuanta de donde hemos atracado, en frente de un faro que debe tener unos cuantos cientos de años, que lo ha engullido una ciudad caótica, por lo menos es l oque se aprecia desde el barco. Ese día estábamos de guardia pero el siguiente lo dedicamos a explorar El Cairo. Os juro que es una lucha contínua para que no te timen o te vendan algo que no necesitas para nada. Tres horas en bus hasta la ciudad, gastar un poco la suela y ver donde nos encontramos. Estuvimos buscando algo de ropa de abrigo para el frío que se nos avecina en Turquía, pero lo único que conseguimos fué encontrar un bar donde vendían cerveza (creíamos que como pais musulmán no venderían alcohol). Era el bar de pecadores, esos musulmanes que en pleno viernes estaban alcoholizandose. Nos sorprendió que nos pusieran altramuces, esto ya parecía un bar en plena Sevilla. Al llegar a nuestro hostalcerca del museo egipcio que nunca visitamos, me falto poco para quedarme totalmente inconciente hasta la mañana siguiente, que teníamos taxi hacía las pirámides de Giza y un tour en camello y caballo.

Según llegas a la zona faraónica se te pone la piel de gallina al atisvar las pirámides a lo lejos. Lo que siempre habías visto en fotos, ahora lo ves de verdad. También impresiona el ver los edificios a medio construir sin ningún tipo de orden y su tipo de conducción, aunque, sinceramente, después de haber estado en Sri Lanka y comprobar que sus conductores kamikaces tienen siete vidas, el resto de paises se quedan por debajo en cuanto al estilo conduciendo.

Por algún sitio nos la tenían que colar, y fué en el tour por las pirámides, lo peor es que lo sabíamos pero no teníamos ni ganas ni tiempo de discutir, pagamos y nos subimos cada uno en su animal. Eramos 8, 4 camellos y 4 caballos para ir turnandolos. Hubo alguno que después de la visita se quedo desilusionado, pero en mi caso fue una experiencia increible. Si lo miras como un montón de piedras apiladas, no tiene gracia, pero si detrás de la imagen pones la historia de cada una, el tiempo que se tardó en construir y sobretodo el dato de que el último faraón mandase asesinar a todos los que habían participado en la obra y de esta forma salvar el secreto de como construir una pirámide, comienzas a darle sentido a todo eso. A parte, el tamaño que tienen es muchísimo más grande del que aprecias en las fotos, te empequeñeces al compararte con ellas y con cualquier cosa que halla contruido el hombre. Nos permitieron hacernos una foto tocando la pirámide de Gizhe, que está prohibidísmo, y de ahí a la esfinge de Nefertetis, que se cuenta que se contruyó a partir de una piedra que tenía ya esa forma. Pregunté que me comentase la histotia de su famosa nariz, y se ve que Napoleon quiso acabar con la historia de los faraones, que nadie estuviera encima suya y fué cuando mandó bombardear los monumentos. Uno de los proyectiles hizo esa operación de cirujía estética.

Por cierto, mi experiencia en caballo fue todo un éxito, contro absoluto de la situación. Nunca pensé que fuera tan sencillo manejarlo, con un ligero movimiento te hacía caso, pero lo que era el camello... me cago en “to”, ¿qué clase de animal es ese?, Esa boca y su interior da miedo y un poco de asco también, pero los ruidos que emite...¡¡¡Dios!!!, es como tener agua en los pulmones y soplar por ellos (digo esto como si lo hubiera probado ya, pero seguro que suena así). A parte de esto, cuando se levanta, agarrate bien que sino acabarás comiendo arena, primero te balancea hacia adelante, y luego sacudida hacia atrás, ala, ya estás sobre un bicho sacado de la pelicula de “Stars Wars” a tres metros de altura, controlando todo y con el poder en tus manos, aunque para poder, el que te da ir sobre un elefante, pero ese fué otro viaje. Otra cosa que no te cuentan es lo incómodos que son, y como terminan “tus partes” después de ...¿cabalgar?, ¿se puede usar este verbo para un camello? ¿no sería algo como...camalgar?...bueno sigo que me disperso. Ya volviendo, el ir sobre un camello por la ciudad, te das cuenta de lo que estas montando, un bicho enorme.

Ya por la noche al gran zoco de El Cairo, que es para perderse. Empezamos a andar por las callejuelas, dándonos cuenta de que estamos en la “avenida” de las mujeres, toda la ropa era femenina y lo que me volvió a sorprender, la cantidad de ropa con transparencias que venden. Puede que por las calles, las mujeres egipcias vayan muy tapadas, pero supongo que en ambientes más privados la cosa cambia. De todas formas, con todos mis respetos a las costumbres religiosas, el hacer que una mujer vaya asi de tapada por obligación es un pecado. Terminamos comprando desde especias en un callejón escondido entre mantas y telas, hasta infusión de ibiscus, sabor a piruleta. La verdad es que estuve tentado a comprar algún perfume de los que hacen. Es muy típico en Egipto que a base de distintas esencias tu te montes el perfume que quieras. Como yo no tengo ni idea ni olfato ( a parte de la cara de pardillo que puse) , en una de esas tiendas me dieron “el menu de imitaciones” en el que aparecia la colonia que yo uso. Le pedí una muestra y más que perfume me pareció un insecticida que a su vez se mezclaba con esencia de colonia del Carrefur. Puede que los que sepan, pidan un perfume como si comprasen un kilo de pimientos, pero a mi no me resultó muy útil.

Ya de vuelta a “casa” a Port Said, otro día de curro y visitilla por la zona donde fuimos a gastar las últimas libras en dulces, infusiones, ropa de abrigo y... ¡QUESO! Cuanto tiempo sin saber de mi mejor amigo, mi alimento base... creo que con un kilo de uno curado será suficiente para los 5 días de travesía que nos queda hasta Estambul donde ya estoy notando el calor en forma de vapor en un Hamam, porque me parece a mi vamos a tener todo el frío que no hemos tenido en 9 meses de verano juntos (alguien me dijo que hace cosa de un mes había nevado en Turquía). Quiero destacar algo de la gente de Egipto, los que nos viven del negocio del turismo son personas que te ofrecerían una habitación si se lo pidieras, a parte de que hables con quien hables, son gente viajera. Ya se nota el carácter Mediterráneo.

domingo, 9 de enero de 2011

Navidades Índicas


[PÁRRAFO CENSURADO]

Se acercan las fechas navideñas y aquí empezamos a preparar nuestras atípicas fiestas, adornando el barco con todas las decoraciones del momento que tenemos. No nos faltó de nada:

  • Lotería del Niño, donde, como el dinero aquí no sirve de nada, todos pusimos algo de comida que teníamos escondido en los cajones, como chocolatinas, chucherías, fruta fresca, pates, quesos y más manjares. Quien pusiera más comida tendría más números para el sorteo. Después de varias pedreas, nuestros niños de San Indefonso (Alberto y Sergi) sacaron los tres premios gordos. Da igual quien ganara, al final todos teníamos la misma idea, repartirlo.


  • La cena del 24 fue para recordar, redondo de carne con compota de manzana y patatas con bechamel...comimos tanto que por la noche nos arrepentimos de llenar tanto nuestras esbeltas barrigas, buscando sal de frutas para hacer más llevadera la pesadez. Por la noche (ya día 25) recibimos una sorpresa increíble: después de haber mandado un email personalizado a nuestros familiares y amigos, recibimos la respuesta (inesperada). La sonrisa que nos esbozo a cada uno de nosotros fue el mejor regalo que podríamos haber tenido, fue como si en el tiempo que leíamos nos llevase a nuestras casas. Uno a uno fuimos pasando por el ordenador del puente a leer lo que nos contaban.

  • Comida del 25 con sus embutidos, queso (por fin), salmorejo (seguimos en verano) y ensaladilla de langostinos. Otra vez nos llenamos tanto que casi no cenamos.

  • Dia 28: ¡inocentadas por doquier! Miedo me daba solo de pensar en lo que se convertiría el barco con tanto cabrón a bordo. Ya solo para comenzar, el propio barco nos hizo una bromilla, atracándo en Djibouti por unas horas , hacer combustible y un poco de comida. Me resulto muy corta la estancia (solo estuvimos 17 horas) y me quede con ganas de conocer mas sitios, como el punto más profundo de Africa, a -460m que es un lago de sal, y pasearme por la falla que está separando África del Norte de la del Sur, por la que se puede ver la lava borbotear. Pero como dije, me quede con más ganas ya que no salimos del puerto... Como inocentadas estuvo la de quitar los rollos de papel higiénico de los váteres, piquete en la puerta del sollao, colorante en las alcachofas de las duchas, tabasco en la pasta de dientes y preparar café con sal ( en esta caí yo, y eso que tenía intención de hacerla)

Tal como salimos de Djibouti, 3 horas de balances extremos hasta que llegamos al estrecho de Bad El-Mandeb, estrecho de las lágrimas. Allí fue como ponernos el turbo, pasamos de los 7 nudos hasta los 13, que para hacerse una idea es como poner un seiscientos a 180 km-h. Y eso sin velas, solo con la corriente. Al día siguiente si que sacamos mayor, el viento empezó ha arraciar hasta los 35 nudos que hinchaban la vela como si fuera un “klinex”, y las olas por la popa de casi 4 metros no hacían más que lanzarnos. Impresiona ver como surfea un barco de 50 m de eslora: la ola se acerca por la popa, alcanzando la altura del balcón y cuando llega al timón levanta el barco, lo frena, lo inclina hacia proa y lo lanza como si la ola fuera una gran mano. En ese momento notas como se acelera, teniendo que poner el cuerpo hacia popa para guardar el equilibrio. Así estuvimos casi dos días, hasta que lo que no creíamos que iba a pasar, paso. Un rol de viento de 180 grados (que ya habíamos pronosticado con los partes), metiéndonos la ola de proa y haciendo que el barco sufriera cada vez que pegaba un pantocazo. Fue ese momento, con las mismas condiciones, el que nos hizo recordar el día que partimos el palo trinquete, en las mismas aguas, la misma ola, el mismo viento... Yo no quise recordar, solo confiar en que ahora el barco lo conocíamos mucho mejor y teníamos mejor preparado.

Y así seguimos, haciendo bordos por la cara Este del Mar Rojo, avanzando más bien poco, pero conociendo como se comporta este mar, hasta que de repente el mar calmo y pudimos poner rumbo directo al Golfo de Suez. Fueron unos días de respiro, con la alegría añadida de la pesca de atunes. Empezamos a sacar una media de tres al día. Siempre que picaba uno se escuchaba el nombre de “¡¡¡Hugo!!!” (es el problema de llevar casi tres semanas navegando sin parar a penas, le ponemos nombre a todo, el cubo donde colocábamos las piezas se llamaba así). Pero el tiempo no nos dio mucha tregua. Nada más entrar en el Golfo, otra vez mar y viento de proa, otra vez a saltar, a escuchar como cruje todo, como cimbrean los palos, pero ya estamos entrenados y sabemos como tomar este mar sin romper nada. Metiendo unos 40 o 50º a la ola podemos avanzar, muy lentamente, pero se consigue.

El frío... ese compañero que habíamos dejado en España, nos acordamos en Malta y finalmente nos olvidamos de él entre Israel y Egipto, ha vuelto, después de 9 meses de verano ininterrumpido. A una media de unos 2º menos por día ya estamos en los 15º por la noche y puedo asegurar y aseguro que no me gusta nada. Ahora viene el problema de verdad, ¿dónde tengo la ropa de invierno? Lo único que tengo a mano son chanclas, bañadores y camisetas y nos queremos resistir a ponernos algo de abrigo, pero al final, cuando te tropiezas con un pingüino por cubierta te das cuenta de que estas haciendo el idiota pasando tanto frío. El sollado, ese lugar que antes era nuestro escape al calor, convirtiéndolo en una nevera, ahora solo queremos que tenga clima tropical. Vaya mierda, quiero el calor de nuevo, no me adaptaré al frío nunca y si todo parece complicado (más para alguien como yo que se ducha con agua caliente incluso en verano hasta que te salen ronchas rojas), recordamos que el agua para ducharnos la sacamos del mar, a la misma temperatura. A ver quien es el guapo que se ducha ahora. Yo ya estoy pensando en meter una botella con agua en máquinas, para que coja la temperatura ambiente y ducharme con ella. Odio el frío y ahora nos dicen que nos dirigimos a Estambul...voy a llorar, pero ¿no será bonita la estampa de un galeón cubierto de nieve?

Tiempo libre en Sri Lanka

Y por fin Sri Lanka (de nuevo) pero esta vez a otra ciudad distinta, Galle. Esta vez estamos concienciados de que en cualquier momento nos puede pillar un virus estomacal y destrozarnos la estancia de nuevo, pero estamos preparados, tanto en medicamentos como mentalmente. La llegada me gustó, a un lado un templo budista, al otro una muralla de una fortaleza portuguesa. Todo verde y una temperatura que nos hace pensar en esos momentos de playa, tirados, pensando en que hacer, si darte un masaje o tomarte un batido de frutas.

Ese día tenía guardia, un poco de pintura por allí, un poco de orden y el día pasa volando. Al día siguiente corriendo hacemos mochilas que nos vamos de visita. Primero por la ciudad de Galle, pillamos un tuc-tuc, vehiculo que echaremos de menos, ya que no lo volveremos a ver más adelante, a no ser que paremos de nuevo en Sudán, pero eso no está planeado por ahora. Haría un monumento al tuc- tuc por transporte público mejor ideado. El problema es que si lo importase a España me tratarían por un vendedor de cupones. Nos plantamos en el centro de la ciudad, de ahi lo primero que hacemos es empezar a probar comida local (no llevamos ni una hora fuera del barco y ya estamos jugando con nuestra vida). Da igual lo que se comprara que todo picaba, y mucho. Lo único que no picaba era una especie de churro rojo, como un caramelo, que al principio estaba bueno, pero seguidamente cogía un sabor a plástico quemado (no he probado el plástico quemado nunca, pero seguramente sabe así) que no te abandonaba en mucho tiempo, y lo único que te podía quitar ese sabor era pegar un bocao a algo picante, y caías otra vez en el error... a todo esto, me dijeron que para no tener la sensación de picante de la boca, a parte de no comer, es comer coco fresco.

Seguimos andando y nos metimos en el estadio de Criquet más importante de Sri Lanka, un cacho de césped. Hablamos con el encargado y nos comentó que estaba reconstruido después del Tsunami. En ese momento empecé a recordar todo lo que había visto en la tele ese 26 de Diciembre de 2004. Me dijo que él se salvo por haber estado ese preciso momento en las murallas de la fortaleza, que debe tener unos 20 metros de altura, y vio como el agua se retiraba y la gente se metía en donde antes había agua para recoger los peces que estaban saltando, sorprendidos por no saber donde estaba su medio. A los 5 minutos, un muro de 10 metros de altura arrasó con la ciudad, barriéndola, colocando autobuses sobre camiones como un Tetris. Existe una estatua con la mano en alto que indica hasta donde llego la altura de la ola. Esa mano está a unos 8 metros de altura. También está parado el reloj de la “Postal Service” a eso de las 09:15 am. Estuve contemplando esa zona con la estatua, el reloj y la gente que andaba por la zona durante un tiempo, intentando recordar lo que sucedió. No creo que lo que imagine llegue a una centésima parte de lo que realmente pasó.


Al rato, después de patear la ciudad, de ponernos macacos encima y de ver bailar cobras al son de la música, nos fuimos a Hikkaduwa, a base de tren, a relajarnos y comprar. Durante esos dos días no paró de llover como si fuera el típico diluvio... pero eso no nos impidió comprarlo todo: 8 bañadores para los próximos 10 años (espero no engordar), camisetas, máscaras, especias (algunas mortales), telas y chanclas. Creo que con todo lo que llevo ya puedo montar una tienda. La noche la pasábamos en un hotelillo al pie de la playa por unos 5 euros la habitación doble. Lo que me dió más lástima fue ver como había desaparecido la playa, mirando postales de hacía pocos años. Supongo que el Tsunami tiene algo de culpa. Ahí aprendimos a jugar al Carrom una especie de billar mezclado con el juego de las chapas, jugado sobre una madera cuadrada. Los locales están muy viciados.

Volví a reencontrarme con el masajista que me había colocado alguna parte del cuerpo en su sito, pero esta vez mi barriga estaba en su sito, por lo que pude disfrutarlo más. Otra cosa que vimos en Ikkaduwa fué el “Tsunami Memorial”, una casa semiderruida por la onda donde habían colocado fotos del momento y del después. Ponía la piel de gallina al reconocer zonas por las que acabábamos de pasar con cuerpos y toda clase de objetos amontonados, pero sobretodo una foto en la que se veía el momento en el que impactaba la ola contra la costa, levantándose hasta la altura delas palmeras, unos 20m., con gente mirando impotentemente como ese monstruo se les caía encima. Todavía no sé como se pudo obtener esa foto, ya que la hicieron a pocos metros de esa zona. Al salir, nos fijamos en los restos que quedaban en la costa de lo que en su momento fueron hogares, y que ahora solo hay vegetación y algo parecido a una cocina...


Al cabo de unos días, las nubes empezaron a desaparecer, dejando que nos pudiésemos decidir en alquilar unas motos para tener mas independencia de movimiento. El destino no estaba muy claro, pero sabíamos que queríamos ir hacia el centro de la isla. Pues bien, al cabo de luchar para rebajar los precios salimos hacia ninguna parte, y nada más empezar de los 5 que eramos quedamos 3, 2 se perdieron o los perdimos, como se quiera mirar. Tiramos a Ukuressa dirección a Candy, donde está Adam's Peak un sitio al que me hubiera gustado ir pero por lejanía no fue posible. Tal como nos adentramos unos kilometros hacia el centro el paisaje empezó a cambiar bruscamente. De las cuatro palmeritas pasamos a plantaciones de te (nunca antes había visto una planta de te), plantaciones de aceite de Palma y árboles para obtener caucho. Cuando llevábamos menos de una hora por el interior de la selva y tras medio millar de curvas, ¡sorpresa! Aparece Perico, uno de los perdidos. Había pinchado y se había parado en un taller que a la vez hace de hogar. Nos paramos para hacerle compañía y en ese momento aparecieron las miradas curiosas de dos niñas y la madre. Les saludamos y nos invitaron a entrar en su casa. Los ojos como platos al ver casi por primera vez a unos extranjeros. Nos invitaron a té negro, uno de los mejores tes del Mundo de esa variedad. Lo empezamos a beber con el miedo de que después de un sorbo podríamos acabar sentados en un trono por el resto de los días. Pero no fué así, nos tomamos el te a su manera, metiéndote en la boca un trozo de “leche condensada desecada”. Cuando nos preguntaron de dónde eramos no se podían creer que viniésemos de tan lejos (y nosotros todavía no nos lo creemos). Gente amable que nos dió un rato de sombra y compañía local...

La excursión se alargo hasta llegar a un puesto en medio de una montaña, con vistas verdes y un río para bañarse, siempre y cuando quisieras renovarte la sangre a base de sanguijuelas. La comida que tuvimos fue gracias a Perico, que se metió de lleno en la cocina, desplazando al cocinero. Lo peor que tuvimos fue un grupo que parecían buena gente en pleno botellón, pero que el camarero nos dijo que no nos fiásemos, era gente chunga, antiguos guerrilleros según entendimos. La vuelta fue adornada con otro diluvio universal, parándonos justo a tiempo en un taller (hay más talleres que habitantes), donde me fue de perlas para cambiar la luz de mi moto, la noche se nos echaba encima. Una vez sin lluvia y con luz, continuamos, cruzándonos con bandadas de “batmans” que daban un poco de miedo. Continuamos y la noche cayó de repente. Hubo momentos chungos, ya que juntando la forma de conducir suicida que tienen los ceilaneses, donde se inventan los carriles, los que vienen de frente que van con las largas, por lo que no ves nada, los baches que parecen trincheras, las gafas de miope llenas de bichitos y gotas y por último los perros y las vacas que van por tu carril como si fuera el pasillo de su casa, conducir se hace estresante. Pero al final lo conseguimos, llegamos a casa, no sin antes parar en un mercado nocturno, flipando con lo que vendían, como siempre, cosas que no sabes si se comen o son de adorno.

Lo que creíamos que iba a ser nuestro último día (ya diré porqué) lo pasamos primero por Mátara, otro día de lluvia, la segunda ciudad más grande de Sri Lanka (yo creía que era Galle), allí visitilla, arriesgándonos comprando cosas en la calle para engullir y pensando si esto nos mataría esta vez (¿por qué nos gusta tanto el riesgo?). Una visita muy normalita donde lo más impactante fue encontrarnos en una librería con unos vascos, posiblemente los únicos turistas en toda la ciudad a parte de nosotros. De allí nos fuimos a Welligama, uno de los mejores spots de surf que hay. Menos mal que encontramos ese sitio porque puede ser que sea de lo mejor que hemos hecho, un sito donde hasta un mono puede hacer surf. Olas perfectas y tablas de todo tipo, rodeados de cocoteros y la el hotelillo a 5 metros de la playa. Fue un día impresionante, sobretodo cuando me llamo Miguel “Pigaffetas” diciéndome que estaban a punto de comprar unas bicicletas típicas de la zona, estilo retro. Lo habíamos hablado hacia unos días pero ya no me acordaba. El único problema era como meterlas en el barco sin que nadie se diera cuenta, sobretodo que no molestaran. Preferimos comprarlas y ya veríamos como las esconderíamos. Me fui pitando al barco donde nos esperaba el momento de cruzar con las bicicletas aduanas (mintiéndoles y diciéndoles que eran de alquiler), y esperando el momento para esconderlas. Como no, siempre tiene que haber algo que te haga sudar, como un jefecillo (gordo cabrón) dando vueltas por el barco mirando las bicicletas de reojo. Al final las metimos haciéndonos los locos, desmontándolas en el sollao como si fuera el taller Mclaren, e introduciendolas desmontadas debajo del armario.

Pero como siempre cuando encuentras algo bueno, algo sale regular, y al día siguiente nos teníamos que ir de Sri Lanka... pero cosas del destino, nos retrasaron la salida (¡¡¡yuhuuu!!!), nos pasamos una mañana entera en el barco, sin poder salir del puerto, por temas de visados, y aprovechamos para grabar un video-villancico con nuestras mejores galas: bañador, camisa de flores, chanclas y un entorno atípicamente navideño, a 30 grados. Era nuestro regalo para nuestras familias. Como es de pensar, volvimos a Welligama, pillamos todas las cosas, nos montamos en el bus, lleno de gente observándonos y ya de paso comiendo cuatro cosas que David había comprado en algún puesto en la calle (a ver si esta vez damos con el virus que nos deje en cama pensando porqué comimos eso). Un rotten de queso, especie de crepe a modo de sandwich, y un bollo con huevo duro y...sorpresa. Esa sorpresa hizo que al morderla el centro de la Tierra se concentrara en mi boca y sintiendo como ese minúsculo trozo verde a modo de pimiento estaba a punto de matarme. Mi reacción fue escupirla en mi mano, a todo esto aguantando el equilibrio de pie aguantado con una mano (la otra tenia los restos radiactivos del bollo), mientras el conductor se hartaba a frenar hundiendo el pie en pedal y tomando las curvas como si hubiera visto y fantasma en medio de la carretera. Lógicamente, en una de estas curvas tuve que aguantarme a la barra del techo con las dos manos, dejando todo el bolo alimenticio esparcido por el asidero. A parte, mi boca seguía ardiendo, cogí la botella, la incline y... gracias a otro frenazo di de beber a la chica que tenia a mi vera en vez de meter el agua en mi boca. Una odisea que valió la pena pasarla para llegar otra vez a la playa, pillar la tabla de surf, una 9 pies, surfear una ola tras otra. Hubo momentos increíbles, donde estábamos siete locos del barco cogiendo la ola al mismo tiempo, saltando de tabla en tabla y aprovechando como si fuera la última ola que íbamos a tomar. Al final fue así, una llamada nos hizo volver a la realidad, teníamos que volver todos corriendo al barco, nos íbamos al día siguiente por la mañana. Nos fuimos, no sin antes pillar esa última ola y parándonos en otra playa por la noche a tomar una cerveza “Lion”, frente al mar, recordando todo lo que habíamos vivido y pensando cuando volveríamos.