domingo, 6 de junio de 2010

Golfo de Aden


¡Por fin! ¡por fin pasamos el Mar Rojo! Nos ha costado demasiado creo yo, lo que iba a ser un nuevo mar navegado se ha convertido en una especie de pesadilla donde cada vez que intentábamos salir nos encontrábamos con algún problema. Pero ante estas condiciones siempre miro el lado positivo, ¿Qué hubiera pasado si no hubiera pasado lo del palo? Pues que seguramente no hubiésemos visitado Sudan… y ¿si no hubiésemos tenido el pseudo-ataque pirata? Pues que no sabríamos como hubiésemos reaccionado ante esa situación. No sé, me gusta pensar que todo sucede por algo, y siempre será por algo positivo, aunque se vea muy negro. Es la aptitud lo que cuenta.

Ya en pleno Golfo de Adén nos incluimos en un carril de seguridad para evitar en la máxima medida posible cualquier ataque pirata. Ya hemos tenido una pequeña experiencia y nos han llegado noticias de que cerca de Yibuti acaba de originarse un intento de secuestro. No voy a engañar, todos tenemos un pequeño miedo de cómo se va a desarrollar esa travesía, en una parte del planeta que se considera una de las más peligrosas, por no decir la que más. Desde Sevilla coordinan con la OTAN para que nos tengan controlados en todo momento, somos una embarcación de alto riesgo. La idea para estar escoltados es incluirnos en el primer convoy de barcos “lentos”, pero como somos tan lentos, estos nos pasarán y nos alcanzará el siguiente convoy, más rápido, hasta que nos sobrepase y acabemos escoltados por el tercer convoy, el más rápido. Esto será así si el mar lo permite, ya que una situación en la que se levantara, tendríamos que reducir velocidad y alterar rumbo, poniéndonos en peligro (aunque también hay que decir que estos piratas del siglo XXI solo atacan en condiciones de mar buenas).

El comienzo por Adén fue bueno, pero terminó mejor, voy por partes: nada más empezar empezamos a tener contacto visual con una de las fragatas que custodian la zona, pues bien, no sé si fue por curiosidad o por el buen hacer de la Fundación la tuvimos a nuestro lado durante unas cuantas horas, así quien no va a sentirse seguro. Era una fragata estadounidense. El día pasó y por la tarde apareció otra fragata, esta vez alemana. La piel de gallina cuando la vimos tan cerca, casi para tocarla y toda su tripulación en cubierta, mirándonos, haciéndonos fotos, saludándonos. Todavía no soy consciente de la sensación que causamos al vernos con ojos ajenos. Se fueron y al día siguiente la fragata americana fue substituida por una italiana, con un helicóptero en su popa. Será el tiempo de aburrimiento del que disfrutan cuando despegaron el helicóptero y empezaron a hacer vuelos rasantes entre los dos barcos. El mismo helicóptero que, creo yo, nos despertó con un “¡buenos días Andalucía!, al estilo película… Otra vez, pelos de punta, ya voy a tener agujetas en los funículos por tantas emociones.

La travesía duró unos 4 días, y en los dos últimos estuvo a nuestra vera una fragata española, la Victoria. Eso sí que fué emocionante, pegaditos a nuestro culo, defiendo lo suyo y demostrando toda la belleza como barco al ponerse a pocos metros de nosotros, casi para ver el color de ojos. Ya para rematar, el avión “Cisne” nos pide permiso para poder hacer un vuelo rasante entre nosotros y de paso tomar alguna foto. Sinceramente, apenó bastante el momento en el que nos tuvieron que dejar al irnos acercando a Omán (en la próxima entrada explicaré porqué nos dirigimos hacia allá). Son cosas que vistas desde nuestro punto de vista se experimentan de una forma distinta. Al final lo que tenía que ser un recorrido tenso terminó siendo algo totalmente distinto, distraído y seguro, como estar bajo el techo de tu propia casa.

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