lunes, 10 de mayo de 2010

Por el Mar Rojo

Seguimos de bajada y casi llegamos a los 32 bonitos que nos faltaban, creo que llegamos a 23, lo justo para hacer atún encebollado, atún con tomate, marmitako y ensaladas con atún fresco. Pero no todo podía ir tan bien, según nos acercamos al final del Mar Rojo, bueno todavía nos quedaban unas 180 millas, el viento empieza a rolar colocándose por nuestra mismísima proa, acompañado por unas olas cada vez más grandes. El Galeón comienza a saltar y a chocar con las olas de forma violenta, vibrando todo a cada paso de ola. Pasa el tiempo y me voy a descansar hasta la guardia nocturna. Al despertar me doy cuenta que estamos solo con el motor de estribor, olas de proa, y viento de la amura de babor. Casi no avanzábamos. En un momento apareció un tren de olas que hicieron que el barco se atravesara a la mar, llevábamos los portillos de las troneras abiertos para ventilar. En esa situación podía embarcar agua por ahí y mando a la gente a cerrarlos. Con esa situación no podemos volverá colocar el barco a rumbo, el viento no nos deja y seguimos totalmente atravesados. Llamo al Capitán para comentarle mi intención de virar en redondo y de esta forma colocarnos como estábamos antes de que el tren de olas nos modificara el rumbo, justo en ese momento, un miembro de la tripulación (Pepe) que estaba durmiendo en el castillo de proa viene corriendo, coge un foco y se va a alumbrar al palo trinquete (el de proa). Se estaba partiendo. Rapidamente la mitad de la tripulación se acerca al palo para colocarle unas cinchas y evitar que el palo se crujiera todavía más. El Capi, dada la situación me ordena poner popa a la mar y en el momento de ponernos de nuevo cruzados a la ola, coge una escora que hace temerse lo peor, el palo se parte todavía más, toda la tripulación se separa del palo saltando por donde pueden, pero fue justo en ese momento cuando me di cuenta de la gente con la que navego, se giraron todos y corrieron a salvar el palo de nuevo. La situación la tenemos controlada, el “herido” esta entablillado y se puede navegar con seguridad, eso sí, dando la vuelta y buscando un puerto donde protegernos y reparar los daños. Como siempre, todo queda en un susto, y lo bueno es que ahora ya sabemos en que clase de barco navegamos, hay que tratarlo con más mimo de lo que le estábamos aportando, y con eso no quiero decir que no lo hiciéramos, digo que hay que conocerlo. Decidimos ir a Port Sudan, el puerto más grande de Sudan, a unas 350 millas hacia el norte de donde estábamos, casi 2 días de navegación, un nuevo país que, de forma inesperada, conoceremos.

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